«Al salir a la superficie, el eje del mundo se tuerce».
En el mundo de Druskän, las puertas están ladeadas. Al
cruzarlas, un cuerpo de agua fría te engulle y te sumerges. En un momento la
confusión está plagada de burbujas para dar paso a una inexplicable paz.
El tiempo se rompe. El movimiento se torna
lento, apagándose el sonido y la luz. Al salir a la superficie, el eje del
mundo se tuerce. Tardas unos instantes en que tu cuerpo se recupere del brusco
cambio y se reposicione, retomando el eje respecto a este nuevo plano.
Mojado y medio ahogado, arrodillado con las
palmas de las manos sobre la tierra, levantas la vista intentando tomar aire. Inmediatamente
vislumbras a la luna y el sol, persiguiéndose sin lograr alcanzarse.
Miras alrededor, los árboles crecen curveados,
besando el suelo. Continúas examinando tu entorno y sigues con la vista a un
gato, el cual, sentado se desliza hacia atrás, impulsándose por sus propias
patas delanteras, en un avance sin sentido.
Ante el desconcierto y la confusión, te
levantas. A su vez, los que parecen humanos, muy cerca de ti dan grandes y
largas zancadas, con la vista perdida hacia el cielo. Todo este caos te hace estremecerte, y al
mismo tiempo te da curiosidad. Te distancias un poco ante semejante locura, limitándote
a seguir observando.
El aire vibra a ratos, resonando en el pasto.
Las estrellas chocan estrepitosamente unas contra otras, desplegando una lluvia
de relámpagos en miniatura. Porque a este mismo sueño puedes acceder dos veces
cada luna menguante, cuando un pino muere, y salir… bueno; nadie ha querido
salir, que yo recuerde…
FIN
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