14 octubre 2018

Lo que cayó del cielo

«De las sepulturas, una silueta titilante emergió».


Mujer de sombras, a ratos inmóvil como árbol y a veces fluyes como los vientos. Estatua de la memoria, fría como roca y lejos de pertenecer a los de carne y hueso. Tu abrazo envuelve tanto a los más opulentos como a los desgraciados.

Yace donde no hay soles ni lunas, habita en la profundidad de los lamentos. Pero cada cierto tiempo, los cometas atraviesan tus cielos, arrojando a su paso brillantes estelas.

***

Cerca de la zona oeste del único río, un pedazo de estrella cayó del cielo. Descendió precipitada, desprendiendo largas lágrimas azules y monstruosas llamaradas rojas, como las que los dragones exhalan. Al tocar el suelo mohoso, se hundió en una de las profundas grietas, donde las tumbas de los caídos yacían corruptas bajo la superficie.
El fragmento de lucero atravesó los monolitos de piedra. Interrumpió con violencia el interior del derruido mausoleo; atravesó la tapa de roca que cubría una de las tumbas. De allí salieron huyendo espíritus torturados, desesperados en busca de un lugar adonde esconderse del terrible resplandor.
De las sepulturas, una silueta titilante emergió. De piel oscura, su largo cabello trenzado se tornó tan rojo como las llamas. Mibai, la ninfa oscura; a partir de esa noche moró sobre la superficie terrenal.

***

Al levantarse desde las putrefactas sombras, la que una vez fue enterrada con un hermoso vestido, decorado con bordados de plata, estaba corrompida por el mal que habitaba en las elevaciones de las tierras rocosas.
 Asechaba a los viajeros desprevenidos, como el canto del agua que fluye por las colinas y desaparece en las grietas de su corteza. Su maldad los hacía corromperse al estar en contacto con ella, saltando entre las colinas, propiciaba el miedo alimentándose de él. Debido a su naturaleza extraña, sentada en la gran piedra con forma de rana, con su silencioso llanto dialogaba con los muertos.

***

Del cielo se desplomó otro pedazo de estrella, pero esta vez se hundió en las aguas poco profundas del río. La corriente lo arrastró hasta que ella reparó en su familiar fulgor. Levitando sobre la orilla lodosa, lo tomó.

Su naturaleza la incitó a mirar de cerca aquella sustancia celestial. Poco bastó para tomarle afecto. Dentro de su cristalina coraza, podía ver el universo.

Conjuntos de sombras se unieron a su alrededor. Pero ella les negó aquella dicha. Siseos en forma de protesta la rodearon. Como última alternativa, escondió en su interior tal objeto.

Lo tragó y con ello, por primera vez en ese mundo, el cielo fue bondadoso. La oscura silueta adquirió ojos fulgurantes, del color azul zafiro. Al mismo tiempo, los dioses le habían concedido ser el testigo de la última charla que cada humano tendría antes de partir y morir.



FIN

2 comentarios:

  1. Holaaa
    ¡Bonito fragmento!
    Me ha gustado mucho leerlo
    Un besito ♡

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    1. Muchas gracias por tomarte el tiempo de leerlo @Naya_gm.
      ¡Te mando un abrazo!

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