«Su batalla será ardua y duradera, porque ambas existencias querrán sobrevivir. Sin embargo, nunca olviden que coexisten en simbiosis».
Al inspeccionar el orfanato
por segunda vez, el sol se escondía sobre el horizonte. Notó que las puertas
estaban desvencijadas. Los rastros de sangre fresca y pedacería corporal indicaban
la presencia de máquinas vampíricas.
Ely maldijo entre dientes.
Entró, topándose con los innumerables gritos de auxilio. Una horda de Mirai los
atacaba antes del anochecer. Mientras hacía retroceder a las máquinas parásitas,
les ordenó a los sobrevivientes dispersarse, evitando ser detectados por los rayos
infrarrojos de aquellos artilugios corpóreos.
Los Mirai, al
principio habían sido prototipos programados por el hombre. Creados con el fin
de sanar partes del cuerpo dañadas por una lesión o enfermedad. No en vano, al
seguir experimentando con humanos, se descubrió que a partir de sus células
madre pluripotentes, se podían reprogramar a células neuronales.
Al combinarlas con
nanopartículas cristalinas, regeneraban por instinto el sistema nervioso. Incluso,
al administrar suero sanguíneo, se facilitaba su diferenciación e inducía la formación
autónoma de tejidos y órganos.
En este punto, dicho
avance permitió recrear en su totalidad una extremidad semi-humanoide. Según el
científico progenitor, esto prometía romper las fronteras científicas. Pero pronto
sus avances evolucionaron escapando de su control.
Perseguido y
exiliado por sus controversiales trabajos, el científico había demostrado una
estrategia alternativa para prolongar la vida; una que derrumbaría la
existencia de la especie humana como se conocía.
***
Pasó el tiempo, las
criaturas robóticas desarrollaron sus propias redes sinápticas, tomaron
conciencia y se multiplicaron. Lograron sobrevivir como parásitos humanos,
atacando en conjunto, replicándose y reparándose en tiempo récord.
Ante la desastrosa
guerra entre máquinas vampíricas, sumada a la desaparición del científico padre;
justo al borde de la extinción, lo que quedaba de la humanidad estaba dispuesta
a combatir contra las nanomáquinas. Y entre las sombras, científicos y
militares crearon sus mejores armas humanoides, denominadas: «Homo tecnus».
Los inventores, se
aseguraron de inyectar nano-bombas dentro de las aleaciones de sus armazones. En
caso de revelarse contra sus amos, sería fácil deshacerse de aquellos
humanoides híbridos. Sin embargo, muy tarde percibimos la colosal diferencia
entre la evolución de las máquinas, la cual, avanzaba a años luz comparada con
la humana.
Los Mirai actuaban
en conjuntos, casi nunca se aventuraban a ir por su cuenta. Poseían un único
ojo mecánico, con la habilidad de detectar a sus presas mediante el calor
corporal. Cual parásitos, contaban con una boca extractora con la que se pegaban
a la piel humana y la desangraban para apoderarse de los cuerpos.
Además, habían desarrollado
conductas parecidas a la de los enjambres de abejas, siempre protegiendo y siguiendo
a su reina. Las últimas progenies habían sintetizado la tráquea, laringe, lengua
y cuerdas vocales, logrando comunicarse con nosotros. Respondían ante el nombre
de Claudel, la reina antecesora de todos los Mirai.
***
Fen había
recuperado algunos trozos de los chiquillos que habían tratado de huir. Cargaba
algunos de los brazos, manos, cabezas y torsos. Los colocó apilados cerca de un
gran ventanal, lleno de coloridos vitrales.
Ely los miró de
reojo. La luz incidente sobre el vitral se refractaba en tonos verdes, azules y
naranjas sobre los descuartizados miembros. Se dedicó a exterminar a balazos a
los ladrones de cuerpos, frustrando su intento por drenar su preciado elíxir.
—
¿Cómo te fue? —le preguntó a su
compañero.
—No tan bien como a ti, supongo…
—miró hacia uno de los Mirai que planeaba
llevarse volando una mano infante, y escalando sobre el muro, dio una patada al
aire, aplastándolo contra la pared.
Los demás parásitos
de inmediato se dispersaron con lo obtenido para alimentar a su reina.
—
¡No los dejaré escapar! —exclamó su compañero.
Ely temblaba por
el esfuerzo. A diferencia de Fen, su cuerpo no estaba diseñado para tales encuentros.
Tan lejos como le permitían sus ojos robotizados y su cerebro semi-modificado,
vigilaba la posible presencia de otros Mirai. Se situó sobre las escaleras,
realizó el conteo mental de los niños.
El lugar se había
convertido en un pueblo fantasma, los pocos sobrevivientes se habían marchado,
dejando como carnada a los huérfanos.
Las máquinas,
perseguidas por Fen se arremolinaban rodeando el edificio. Una y otra vez, lo
sobrevolaban, mas no se alejaban por completo. Su comportamiento era extraño. «A
menos de que…», pensó Fen.
—
¡Están esperando a su reina! —exclamó Ely—. «Ahora todo tiene sentido» se dijo,
al recordar cómo se habían roto por dentro, las puertas del orfanato.
Pero
antes de poder hacer algo, todos escucharon un terrible rugido proveniente de la
presa; ésta comenzó a desbordarse.
***
Los Mirai
planeaban inundar el recinto. Aprovecharían la confusión para apropiarse de los
jóvenes cuerpos ahogados, siendo más fácil recuperarlos flotando que pelear por
ellos. Se abastecerían con ellos entre tanto encontraran otro pueblo habitado.
—
¡Al tejado! —vociferó Ely. Cargó a los más pequeños, guio a los mayores y ayudó
a los menores a subir.
Sin
perder tiempo, Fen derrumbó parte de las edificaciones continuas. Logró hacer
una barrera, desviando parte de la corriente a su paso.
El
agua, al chocar contra los edificios dejaba filtrar pequeñas cantidades por las
estructuras mal solapadas. El campanario se desgajó de la estructura principal,
el sonido de la campana se ahogó entre la corriente. Otra vieja edificación cedió,
estrellándose contra el orfanato. Éste se tambaleó y el piso inferior comenzó a
inundarse.
Algunos
de los huérfanos tiritaban llorosos, otros se consolaban entre ellos y unos
cuantos se tomaban de las manos, esperando sobrevivir una noche más.
—
¡Feen! ¡Feeen! —exclamaba Ely, asomada al vacío, lo vio ser empujado por la
corriente. Luchando por estar fuera del agua, consiguió sujetarse del resquicio
de una de las ventanas.
De
súbito, el más callado de los infantes se abalanzó sobre Ely, apretándole el
cuello con todas sus fuerzas. «Si te ofrecemos a ellos —le dijo— de seguro nos dejarán
en paz».
Para
cuando Fen trepó hasta el tejado; sin pensarlo dos veces, desenfundó el arma. Ambos
estaban autorizados para acabar con cualquiera que pusiera en riesgo la misión.
En
cualquier momento, los parásitos corpóreos restantes los
atacarían de nuevo. Apuntó hacia el chico sin remordimiento alguno. Si bien su
compañera comenzaba a ponerse morada, él decidió esperarla. Porque tramara lo
que tramara, hasta ahora le había funcionado.
Frente
al alboroto, una chiquilla de largo cabello castaño y liso se aproximó hacia
Fen, mientras él trataba de deshacerse del grupo de máquinas voladoras que
regresaba.
—¡Tengo
miedo! —chilló, abrazándole las rodillas, inmovilizándolo.
Al
inclinarse para asegurarle que no dejarían que les sucediera nada, Ely percibió
con su zoom mecánico, cómo una rara sonrisa fugaz se le escapaba a la niña. Ese
intento, el de conciliar las emociones humanas en un cuerpo ajeno fue lo que
delató su parecido con la forma menos desarrollada de los Mirai.
***
Con
un rápido movimiento, se quitó al chico de encima. Lo tiró lejos del resto,
evitando maltratarlo mucho. Y tosiendo, lanzó un disparo de advertencia hacia
su oponente.
La
«niña», sin quitar esa extraña sonrisa del rostro, empujó a Fen hacia el filo
del tejado. Cual novato, lo había agarrado con la guardia baja. Se sostenía con
una sola mano y con la otra disparaba a los Mirai más próximos.
—La
reina de la colmena —dedujo Ely, recobrando el aire.
—
¿Cómo?, ¿te diste cuenta? —preguntó—. Por lo general, oculto bastante bien mi
presencia.
—Con
estos ojos, idénticos a los tuyos, ¡no me engañarás! —dijo. Ely había recordado,
que la verdadera cabeza de la chiquilla se encontraba bajo los coloridos vitrales
del gran ventanal.
Por
segunda vez, Fen se sostenía del borde del tejado. No podía ejercer demasiada
fuerza por temor a deshacer el edificio, cuya estructura apenas los mantenía
fuera del agua. Meciéndose y esquivando los ataques aéreos, con la ayuda de dos
niños consiguió subir.
Las
técnicas de mimetismo de este Mirai eran mucho más avanzadas, pero no era al
que esperaban encontrar. La cabeza de la sonriente niña se desenchufó del
cuerpecillo. Ely vio azorada su verdadera forma. El Mirai había preferido enfocarse en
formar sólo la parte del cuello y la cabeza. Se desplazaba mediante unos apéndices
motrices, situados debajo del cuello.
Economizaba costos. Mejoraba su
afilada red de nano-polímeros que parecían cabellos, pero en realidad eran un
conjunto de redes neuronales reconfiguradas. Esta
red se internalizaba, al momento de posarse sobre el lugar en donde había
estado la cabeza de alguna víctima; reconectándose al sistema nervioso, tomaba el
control del cuerpo en cuestión y así extraía sus nutrientes hasta agotarlos.
A la par, los nano-polímeros
del cabello eran livianos y al desplegarlos, fungían como alas. En un abrir y
cerrar de ojos, ya lo tenía frente a frente. De su gran boca azulada, emergieron
un sinfín de colmillos. Los cuales, rasgaron la piel del cuello de Ely. Por
suerte, no brotó sangre porque los biopolímeros se volvieron a reconstruir casi
de inmediato.
—
¿Claudel? —susurró el Mirai, deteniendo su ataque en seco.
—
¡No me compares contigo! —respondió Ely, frunciendo el entrecejo. Al destruir
aquella máquina sonriente, sus seguidores dejaron de atacar el orfanato y
apelotonados se marcharon.
Para
cuando Fen la alcanzó, todo había terminado. El Mirai yacía atravesado por su
gran ojo mecánico, y ahora la niña, podía ser sepultada.
—Debemos
de seguir buscando —dijo Ely, sobándose el cuello.
—¿Por
qué nunca me llamas cuando estás en aprietos? —farfulló Fen.
—Tú
también tenías problemas —le aseguró Ely, examinando con discreción el entorno—.
Además,
comparada con la pelea pasada…, —comenzó a decir,
pero luego cambió abruptamente de tema—. «Observamos que esta estirpe
puede imitar los rasgos faciales con asombroso detalle», informó al dron que sobrevolaba
el recinto.
Los
dos permanecieron inmóviles en lo que el dron les hacía su correspondiente
escaneo. Luego, les mostró en pantalla el próximo punto de reunión y se alejó,
perdiéndose en la oscuridad del desierto.
Pasaron
dos amaneceres hasta que el agua descendió y dejó los edificios cubiertos de
lodazal. La noticia de los exterminadores de Mirai, corrió por el desierto. No
tardaron en volver a habitar aquel pueblo.
Al
ponerse en marcha, miró de reojo a su compañero en lo que reflexionaba.
—¡Nos estamos acercando al nido
principal! —le espetó Fen—. Haré el
reconocimiento de la zona. Su compañera asintió,
se dispuso a seguir con el protocolo establecido para la misión.
***
Fen nació con poliomielitis.
Al no poder costearse los gastos médicos, y viendo la vida de miseria que le
esperaría a su hijo conforme más grande y enfermo estuviera, su madre tomó una
drástica y desesperada decisión.
Con su hijo de cinco
años en brazos, se encaminó hacia un pozo abandonado. Por lo que vio, con las próximas
lluvias, no tardaría en volverse a llenar. Lo dejó caer y se marchó del lugar. La
madre nunca supo que, gracias a el moho que crecía en la parte más profunda, éste
amortiguó la caída de Fen.
Al ser incapaz de
moverse debido a las fracturas. Lloró hasta que la lluvia fue llenando el pozo.
El chiquillo débil, mojado, frío y enfermo gritó, gritó y gritó. No quería
morir.
Tragando agua y escupiéndola,
trataba de aferrarse a las paredes resbalosas de aquel sitio. Luchó durante largo
tiempo, las fuerzas se le iban. Cuando ya no pudo seguir a flote, desesperanzado,
lanzó su último grito de auxilio. En eso, una niña de ojos extraños se asomó al
pozo, observándolo con incredulidad.
Utilizó la cuerda de un columpio olvidado. Le aventó el
extremo opuesto, le dio la vuelta al pozo de piedra, cruzó la cuerda y retrocedió
con esfuerzo, tensándola. Al alcanzar la orilla, Fen se dejó caer en la hierba
húmeda y lodosa; estaba a salvo.
Ely lo llevó con el artífice, quien refugiado
en las grutas más profundas, siguió construyendo, modificando y estudiando a sus
controversiales trabajos. Por ser ciega de nacimiento, sus familiares la habían
vendido; él la acogió y empleó en sus experimentos, dándole esos peculiares
ojos.
Hizo algo parecido
con el niño. Con el fin de hacer circular el oxígeno sanguíneo para dejar pasar
a los nanoracimos hipocristalinos, provenientes de varios Mirai desechados; fue
soldando, con calma y sin descanso, cada uno de los circuitos, haciéndolos
coincidir con las terminaciones nerviosas necesarias.
Al combinar los tejidos
humanos con las peculiaridades de máquinas vampíricas, el artífice tuvo la
oportunidad de rediseñar sus cuerpos inservibles y desahuciados.
El tiempo
transcurrió. Adaptándose a sus nuevas cualidades, les dijo: «Su batalla será
ardua y duradera, porque ambas existencias querrán sobrevivir. Sin embargo, nunca
olviden que coexisten en simbiosis».
***
En el siguiente poblado,
las viviendas yacían tragadas por la arena. La extraña quietud presagiaba la
muerte. Fen había encontrado la ruta más directa hacia las catacumbas; el lugar
perfecto donde proliferaban las máquinas parásitas, quienes se guarecían hasta la
puesta del sol.
El Mirai de mayor
jerarquía, percibió una perturbación desde que ambos comenzaron a
internalizarse bajo tierra. Quizás el sentimiento de hostilidad le previno.
Venían a acabarlos, no cabía duda alguna. Con su sistema de ecolocalización, puso
en alerta a todos sus hijos y detectaron las dos amenazas. En cuestión de microsegundos,
se organizaron y salieron por todos lados, en un vuelo sincronizado como una
enorme bandada.
Trataron de llamar
su atención, estampándose contra ellos, atacándolos sin previo aviso, mas no lo
lograron del todo. En lo que Fen se abría paso, Ely sentía la presencia del más
poderoso Mirai del nidal.
Éste nunca abandonó
las catacumbas, pretendió distraerlos los suficiente para formarse un caparazón,
el cual se fusionó con las paredes, obligándose a hibernar hasta que mejoraran
sus circunstancias. Mientras tanto, la turba enfurecida dirigía el segundo
ataque.
—¡Te lo dejo en
tus manos! —le dijo Fen. Dándole la espalda, saltó al encuentro de la turba, impidiéndoles
avanzar, replegándolos.
Ella de inmediato intentó
romperlo, desprenderlo, quemarlo e inclusive le disparó, pero no había nada que
pareciera funcionar. El Mirai desde el interior de su coraza, le preguntó: «¿Por
qué me atacas si soy tu semejante?»
—¡Maldita seas! —se
quejó con amargura. El eco incansable de aquella verdad, rebotaba en su
interior.
***
En medio de la
batalla, Ely intentó deshacerse de su compañero. Luchaba
contra su instinto y contra lo que pensaba. Luego de perder a momentos
la lucha interna, le apuntó y disparó. Fen escuchó el ligero «clic» del gatillo
y apenas esquivó la bala, se puso en guardia pensando en que los habían
emboscado humanos anti-Homo tecnus; pero no, no eran ellos…
Reuniendo la
fuerza de voluntad que se le esfumaba, luchaba contra sí misma, y pese a todos sus
esfuerzos… se atravesó de un tiro la pierna para entrar en razón, evitando
atacar de nuevo a su compañero.
—¡Acaba conmigo! —le exigió, dándose cuenta de que los
circuitos sintéticos de su cerebro ya estaban corrompidos—. Este cuerpo ha llegado a su límite, lo entiendes
¿verdad? —jadeaba.
—
¡No puedo! —respondió Fen, quien intentaba una y otra vez disparar. Pero fallaba
a propósito el blanco, puesto que Claudel controlaba la mayor parte de sus
células primigenias y éstas le impedían hacerlo.
Entonces, la Ely sonriente le disparó a quemarropa en la cabeza.
Esta vez sin errar, porque errar era de humanos. El cuerpo de su compañero se
desplomó. Claudel aprovechó la situación, se desconectó del cuerpo herido de la
chica. Antes de que sus sinapsis murieran por completo, cercenó la cabeza de Fen
e ingresó en el cuerpo automatizado.
Segregó las
nano-bombas de su esqueleto metálico mediante una masa pegajosa y, rellenándose
los huecos con nano-polímeros, adquirió una estructura más liviana y fuerte. Tomó
pleno control del mejor cuerpo bioingenierado, alguna vez creado.
El dron le mostraba al artífice lo ocurrido. Éste contempló a su creación, por fin terminada. Después de todo, la más asombrosa artesanía había tomado solo lo mejor de los humanos y de los Mirai; creando un nuevo ser, superando sus expectativas.
El dron le mostraba al artífice lo ocurrido. Éste contempló a su creación, por fin terminada. Después de todo, la más asombrosa artesanía había tomado solo lo mejor de los humanos y de los Mirai; creando un nuevo ser, superando sus expectativas.
FIN
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