«—Creo que tú y yo nos hemos visto varias veces, pero... —me dice tranquilamente —solo lo recuerdo vagamente —dice , sobándose la barbilla».
Apareces
en el bosque a mitad de una lluvia torrencial, ya conoces esta parte de tu sueño.
Necesitas avanzar en fila junto con los otros participantes por la aparte
lodosa, no te puedes quedar atrás.
Te intentas adelantar un poco cuando ocurre esa
parte que tanta desesperación te da: tus piernas atascadas por el barro avanzan
lentamente, ya sabes lo que te pasará si los demás de alejan demasiado de ti.
Ignoras si es trampa o no, pero el sueño te permite hacerlo, así que decides
agarrarte a otro de los participantes que puede avanzar con normalidad y te
dejas remolcar.
Al parecer no es penalizado, pudiera ser un “bug”
del diseño; no en vano te permite avanzar con el resto. Enseguida ves a uno de los
jugadores alejarse para cruzar el encharcamiento; se ve como un jugador
experimentado y decides seguirlo.
De pronto, el paisaje cambia a ser una solitaria
caseta en donde se encuentran tres chicos tocando la guitarra eléctrica, junto
con todos los cables y extensiones que conlleva tocarlas. En eso, otro jugador,
uno vestido de guardia sale de la caseta, y te comenta desesperanzado que si continúan
así, morirán electrocutados. Miro por el cristal y me doy cuenta de que comienza
a filtrarse poco a poco el agua.
Toco con aprensión la ventana, pero a ellos no les
importa. Me miran un instante y pasan de largo, continúan tocando sus
instrumentos.
—¡Idiotas, se van a electrocutar! —les grito
señalando el piso inundado.
—Déjalos, nunca han hecho caso —dice el guardia,
quien se sienta en un carrito de golf e intenta ponerlo en marcha.
Al momento, me percato de que también a nuestro
alrededor hay cables pelados y debido al escurrimiento de la lluvia, parte de
la calle comienza a inundarse a paso lento y seguro.
Me encamino hacia el lugar más alto y seco que encuentro,
justamente coincide en donde aquel guardia espera arrancar el carrito de golf.
Me invita a subir y nos ponemos en marcha. En eso, su cara me resulta conocida.
—Creo que tú y yo nos hemos visto varias veces,
pero…—me dice tranquilamente— solo lo recuerdo vagamente —dice, sobándose la
barbilla.
Efectivamente, también él me había resultado
familiar; en otras ocasiones había logrado llegar solo hasta este punto. Lo que
se aproximaba era lo peor; sino hacíamos algo diferente volveríamos a empezar
el sueño, recordé.
—¡Escúcheme bien! —le dije lo más calmadamente
posible— nos estamos encaminando a una bodega, si entramos le garantizo que no
saldremos con vida —le expliqué lo mejor que pude, tratando de lucir razonable.
—Te creo… —me dijo calmadamente— ese sentimiento, me
ha estado rondando la cabeza desde esta mañana— paró en seco el vehículo justo
antes de descender por la rampa de la entrada hacia la bodega.
Pero no fue a
tiempo, ya que uno de los “bots” un avatar femenino, vigilante del juego se
apareció por la parte de atrás y empujó el carrito facilitando su
desplazamiento, descendiendo por la rampa hacia las entrañas de la bodega.
No nos dio tiempo de salir del carrito así que, en
cuanto paró nos bajamos apresuradamente y subimos corriendo hacia la entrada. Sin
embargo, la forma grotesca de la vigilante del juego nos hizo retroceder
mientras bajaba la reja metálica para encerrarnos junto con ella.
—¡Ya vienen! —se desgañitó el guardia, mirando aterrado
en la oscuridad a lo que inevitablemente nos estuviera asechando.
En eso, pensé en hacer algo diferente y desesperado.
Algo a lo que no se esperarían… y antes de que sellara totalmente la salida…besé
apasionadamente a la vigilante. Ésta sin lograr comprender dicha acción, se
quedó quieta esperando instrucciones, que no se encontraban programadas para
estos casos.
Aprovechamos su fugaz bloqueo y falta de comunicación con el
organizador del sueño para escapar por el reducido espacio que había quedado
entre la reja y el suelo. Al arrastrarnos por ahí para salir, en cuanto nos incorporamos,
la escena cambió de nuevo.
***
Nos encontramos en una casa con otros dos
jugadores; nosotros claramente podíamos diferenciar a los jugadores de los
vigilantes, ya que a pesar del terrible aspecto de éstos últimos, solo se
limitaban a cumplir con ciertas funciones al pie de la letra, no hablaban y
cuando acorralaban a sus presas eran preparados para iniciar otras
simulaciones.
El lugar tenía demasiados cachivaches viejos como
para moverte de un sitio a otro. Para pasar, tenías que apartar las cosas,
apilándolas sobre otras aún más polvosas para ir despejando un poco y poder
avanzar hasta la siguiente habitación.
Los cuatro jugadores reunidos en aquel extraño y
desordenado lugar, nos ocupamos de comentar la forma de pasar con éxito las
diversas simulaciones por las que habíamos sido puestos aprueba y, con las
cuales, habíamos logrado llegar hasta aquí. Por lo que nos dimos cuenta era la
primera vez en que todos alcanzábamos este nivel; debíamos de actuar con mucha cautela.
Era necesario llegar hasta el otro lado, donde se
vislumbraba una vieja puerta detrás de un gran anaquel lleno de antigüedades y
libros por doquier. Al empujar el anaquel para abrir la desvencijada puerta, de
repente, se escuchó el sonido de varias patas rascando el suelo al desplazarse
muy deprisa; no pudimos ubicar su procedencia a tiempo.
Habíamos dado con el
nido de una tarántula gigante. Era del tamaño de la cabeza de un adulto y su
pelaje era negro con pequeños esboces parduzcos, tenía decoradas con azul
eléctrico la punta de sus patas.
Ante el caos, le aventamos todo cuanto tuvimos al alcance
de nuestras manos, pero uno de los jugadores que encabezaba la comitiva de
retirada fue atacado por la gran tarántula; la sujetó y nos gritó que
avanzáramos. Pronto se desvaneció llevándose la alimaña con él; seguramente había
regresado al inicio de la partida.
Abrimos la puerta y cruzamos rápidamente, por temor
a ser alcanzados por otra alimaña como la anterior; se cerró inmediatamente la
puerta una vez que pasamos los tres que quedábamos. La habitación estaba
totalmente a oscuras.
—“Son 7 mascotas con las que juego, son 4 las que
he tenido que buscar y son 3 las que han encontrado su final” —se escuchó decir
a una voz automatizada que provenía del techo.
FIN
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