Algunas veces la realidad supera a la ficción...
El 17 de Enero del 2020 el "presidente" de la República Mexicana propuso rifar el avión presidencial a través de la Lotería Nacional.
Aprovechando tal suceso, la revista "Letras Libres" lanzó una convocatoria para explorar el potencial literario de dicha "idea", titulando el concurso: "De ficción a ficción".
Con mucho gusto les comparto mi participación.
“Cuando despertó, descubrió que había ganado
el avión presidencial”. Faustino Inocencio no era un tipo con suerte. Sintiéndose
aún más desgraciado de lo que en realidad era, salió a hurtadillas al balcón
vecino. Robó el periódico utilizado por los perros para orinar y comenzó a hojearlo.
Desde hace algunos meses estaba desempleado,
entrado en sus 50´s, de salud aceptable mas no envidiable. Su esposa e hijo
hacía mucho se habían marchado. Malvivía en un cuarto desnudo de un edificio decrépito,
el cual pronto se vería forzado a abandonar.
—¿Hasta cuándo tenía de plazo límite
para pagar sus rentas atrasadas? —caviló, y al recargarse contra la barandilla
oxidada, se escuchó un quejido metálico.
De pronto, alguien golpeó a su
puerta. El sonido era tan fuerte y persistente que supo de inmediato quién era.
Se quedó inmóvil, fingiendo no estar.
—¡Faustino! —bramó el antipático casero—.
¡Tienes hasta hoy para largarte, si no, te sacaré con todo y chivas!
—¡Demonios! —murmuró para sus
adentros. La borrachera de ayer le estaba dando una paliza y la cabeza le
seguía dando vueltas, miró a su alrededor.
Nada, no había absolutamente nada
más de valor. Todo lo había empeñado y el dinero conseguido lo despilfarró por
completo. Su ropa rancia contrastaba con los impolutos zapatos que solía vestir.
Mantuvo la respiración mientras
buscaba entre las páginas la sección de la Lotería Nacional, hasta que
incrédulo, confirmó por triplicado; sus números coincidían con los del premio
mayor. En ese momento entró en pánico, ¿cómo es que había terminado así?
No tenía familia, estaba quebrado,
ya no tenía casa y era un tonto por haber desperdiciado sus ahorros en la
bebida, acompañado de su “amigo”.
—Amigo, ¿eh? —se repitió a sí mismo.
Forzó una amarga sonrisa, recordando aquella fatídica reunión.
Al enterarse de la situación, su
excompañero le tuvo lástima; y regalándole el único boleto que había comprado de
la rifa, lo apoyó.
—¿Acaso será estúpido? —pensó aquella
vez Faustino, al mirar el precio del boleto y luego de reojo a su excompañero—.
Con esos $500 pesos pudo haber comprado otros six packs extra de
cerveza. Sin embargo, lo había aceptado, y a regañadientes se lo guardó en el
bolsillo.
Cuando su mente lo regresó al balcón,
lanzó un profundo suspiro. No tenía en qué caerse muerto, ni mucho menos podía
darse el lujo de buscar un lugar para estacionar el mentado avión; siquiera
pudiera volarlo él mismo pero no, debería de contratar a un piloto y copiloto; ni
en sueños lograría costear el dichoso mantenimiento. Es más, ni siquiera tenía
comida para él, mucho menos iba a poder comprar la turbosina.
Acto seguido, tomó las hojas arrugadas
del periódico y traspapelando el infame boleto, se lo devolvió con discreción a
los perros; quienes sin la menor preocupación, defecaron encima, borrando
cualquier prueba incriminatoria. No obstante, tres
rifas más tarde, se volvería a ganar el avión.
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