«Un sablazo pasó a unos cuantos milímetros de mi rostro como silbido, agitando el aire e incrustándose sobre la duna más próxima».
Estábamos ahí fingiendo ser como ellos; personas sin poderes y tan comunes que el gobierno los consideraba débiles e insignificantes. Cuando pretendíamos trasladarnos junto con el campamento a las orillas del desierto, nos topamos con un retén.
—Hora del show —dijo Monique, utilizando su peculiar habilidad para hacer cambiar nuestro aspecto físico y pasar desapercibidas.
Y aunque su técnica tenía un tiempo límite, fuimos descubiertas antes por el orbiómetro de uno de los soldados. Dicho artilugio detectaba la cantidad de partículas presentes en sujetos con poderes y dependiendo de la intensidad del pitido, éste reflejaba la magnitud de onda proporcional al poder que posee el individuo escaneado.
— ¡Encárguense de ellas! —ordenó, por radio, mientras mandaba traer al escuadrón de élite Anti-Psi, conocidos por realizar arrestos masivos de gente considerada peligrosa por el gobierno y, por estar conformada, irónicamente, por miembros dotados con las más extrañas y poderosas habilidades.
Pronto la ilusión creada de mi gran camarada mostró signos de difuminarse; al estar sentadas, encañonadas, vigiladas y distanciadas la una de la otra, solo pudimos intercambiar miradas. Monique se hizo perder de vista cuando la hube teletransportado a voluntad, apareció a una distancia prudencial de nuestros enemigos.
Desde su nueva posición pudo observar con cuantos soldados y Anti-Psis tratábamos. Proyectando un siniestro escenario ficticio solo bastaron unos pocos segundos para que los cinco soldados abrieran fuego y fueran totalmente abatidos mediante sus ilusiones, sin embargo los del escuadrón no fueron afectados en lo mas mínimo y se interpusieron frenando mi escape.
Vestidos los tres en color plateado y portando un llamativo casco, aparentemente no estaban armados y eso me preocupó. Dos integrantes avanzaron cada uno por un extremo, sin perder su formación; nos observamos tanteando terreno.
De pronto, uno de ellos lanzó una sarta de puñetazos combinados con llamaradas que salían de entre sus manos y codos. Intentando esquivar la mayoría y pendiente de los movimientos de los otros dos, uno de mis mechones chamuscados cayó al arenoso suelo al momento de esquivar las afiladas rocas que su compinche hizo brotar a nuestro paso.
Me sonreí y estirando la pierna hasta su cara, procedí a limpiarme la suela de mi bota gris justo en el cuello de la camisa plateada del chico-flama sin que este pudiera hacer algo al respecto, luego, de súbito me teletransporté hacia el chico-roca para hacer exactamente lo mismo, ahora con mi bota izquierda. Sus rostros mostraban cierto desconcierto e indignación.
— ¡No se dejen intimidar! —espetó la chica rezagada — ¡atáquenla juntos! —pronunció momentos después a manera de estar recibiendo instrucciones. Se veían visiblemente sorprendidos pues era la primera vez en enfrentarse ante dos combatientes multi-poderosas.
«¡Vaya!, las famosas MoMa son realmente mercenarias de temer» —repitió en su mente el jefe del escuadrón, quien dictaba las órdenes a sus subordinados y observaba a salvo todo cuanto ocurría por la mira telescópica de su francotirador.
Sus compañeros orbitaban a mi alrededor con la intención de arrinconarme, apuntándome con sus «armas». Cuando consideré tenerlos lo suficientemente cerca, con un tortuoso split los hice retroceder, haciéndolos caer de espaldas y aprovechando la guardia baja para atacar a la chica.
—¡Va por ti, Ema! —escuchó con nitidez la chica en su mente.
—¡Apartaos! — exclamó la chica molesta y de inmediato sus compañeros se lanzaron fuera del campo de batalla quedándonos frente a frente.
Paré en seco; era demasiada coincidencia que pudiera haber adivinado mi siguiente jugada. Y para comprobarlo cambié de táctica teletransportándome junto al chico-flama, quien adivinando mis intenciones tuve a modo de anticipada respuesta un fogonazo, dejándome la nariz ceniza.
«Definitivamente el cuarto integrante nos vigilaba pero ¿desde dónde?» —pensé y me abalancé sobre las dunas las cuales servían de refugio al chico-roca, con la clara intención de encajarle en el corazón la navaja escondida entre mis senos; nadie se había percatado del rapidísimo movimiento, al sacarla justo cuando me teletransportaba hacia su dirección.
Pero no me extrañó que el chico hubiera creado una capa rocosa a modo de chaleco para protegerse esa zona en particular. Y entre tanto, un sablazo pasó a unos cuantos milímetros de mi rostro como silbido, agitando el aire e incrustándose sobre la duna más próxima.
Sin inmutarme desencajé el sable y éste se deshizo en incontable arena, pero su forma había sido real, el ligero rasguño lo demostraba. «Así que ese era su poder» —farfullé.
Noté al chico-flama dispuesto a lanzar sus llamaradas a máxima potencia y probé entonces a teletransportarlo frente a la chica-sable. No pudo impedir que las flamas dejaran de brotar hacia la dirección donde inicialmente había apuntado y con gran esfuerzo desvió su ataque lejos de su capitana, donde feroces llamaradas ardientes se proyectaron sobre el cielo; oportunidad perfecta para aparecer detrás de la chica y amagarla.
No hubo un contraataque a modo de respuesta. El humo de las llamas había bloqueado momentáneamente la visión del lector de mentes. Solo faltaba una cosa más. «Muéstrate o mataré a tus peones» —pensé luciendo convincente y esperando ansiosa su proceder.
De la nada una bala salió proyectada por el flanco izquierdo y sentí cómo cortaba ligeramente el aire al aproximarse hasta mí. En aquel momento la hice detenerse, girar y retroceder siguiendo la misma trayectoria desde donde provenía; atravesando de forma limpia el hombro del lector de mentes, quien había vislumbrado su fracaso con anticipación y hace mucho que había pedido refuerzos, estaba recostado sobre la pendiente del acantilado.
Al poco tiempo, un helicóptero sobrevolaba ante nosotros exigiendo mi rendición, pero solo bastó con hacer un ligero movimiento de manos para hacerlo desestabilizarse y desplomarse contra las dunas, muy cerca de donde estábamos. La gran diferencia de poder era abrumadora, el escuadrón no era competencia contra MoMa.
El chico-flama por temor a provocar un incendio y hacer explotar la lata metálica, decidió no luchar. El ataque del chico-roca fue detenido por la capitana, quien conservando la entereza les ordenó retirarse de la lucha para ayudar a los hombres heridos.
Al no ver intenciones por reanudar la pelea me teletransporté para cumplir con el verdadero objetivo; apoyada sobre las moléculas de aire caliente que ascendían me permitieron desplazarme sobre el cielo fingiendo flotar. Siguiendo dichas corrientes hasta toparme con el lector de mentes, a quien lo noqueé antes de cargármelo al hombro y escapar.
Desde esa altura lancé una bengala verde y no tardé mucho en vislumbrar el todo terreno de Monique por el lado oeste del desierto. La chica-sable observó con impotencia cómo me llevaba al jefe de operaciones. Estaba demasiado alto y lejos como para aventurarse a lanzar su sable y que el cambiante viento junto con la arena lo desviaran e incluso que el humo mermara su tino pudiendo herirlo fatalmente.
Para cuando despertó el lector de mentes se retorció, sintió el adolorido hombro vendado y notó sus cadenas puestas en piernas y brazos.
—¿Qué quieren de mí? —brotó de su boca seca.
—¡Oh, tú ya lo sabes! —contestó en su mente Monique, todavía al volante.
—¡Llévanos con la persona que inició todo esto! —tercié mentalmente— ¡queremos aclarar unas cosas…!
FIN
Gracias Sky. Claro que te sigo.
ResponderBorrarSaludos!