11 noviembre 2018

Druskän

«Al salir a la superficie, el eje del mundo se tuerce».


En el mundo de Druskän, las puertas están ladeadas. Al cruzarlas, un cuerpo de agua fría te engulle y te sumerges. En un momento la confusión está plagada de burbujas para dar paso a una inexplicable paz.

El tiempo se rompe. El movimiento se torna lento, apagándose el sonido y la luz. Al salir a la superficie, el eje del mundo se tuerce. Tardas unos instantes en que tu cuerpo se recupere del brusco cambio y se reposicione, retomando el eje respecto a este nuevo plano.

Mojado y medio ahogado, arrodillado con las palmas de las manos sobre la tierra, levantas la vista intentando tomar aire. Inmediatamente vislumbras a la luna y el sol, persiguiéndose sin lograr alcanzarse.

Miras alrededor, los árboles crecen curveados, besando el suelo. Continúas examinando tu entorno y sigues con la vista a un gato, el cual, sentado se desliza hacia atrás, impulsándose por sus propias patas delanteras, en un avance sin sentido.

Ante el desconcierto y la confusión, te levantas. A su vez, los que parecen humanos, muy cerca de ti dan grandes y largas zancadas, con la vista perdida hacia el cielo. Todo este caos te hace estremecerte, y al mismo tiempo te da curiosidad. Te distancias un poco ante semejante locura, limitándote a seguir observando.


El aire vibra a ratos, resonando en el pasto. Las estrellas chocan estrepitosamente unas contra otras, desplegando una lluvia de relámpagos en miniatura. Porque a este mismo sueño puedes acceder dos veces cada luna menguante, cuando un pino muere, y salir… bueno; nadie ha querido salir, que yo recuerde…



FIN

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